La reportera (y colaboradora de este suplemento) Adriana Malvido, fue reconocida el día de hoy con el Premio Nacional de Periodismo, por una entrevista con Rob Riemen publicada en Laberinto en diciembre de 2011. Felicitamos a Adriana y ofrecemos a nuestros lectores el texto íntegro del trabajo ganador:
Rob Riemen: "Toda forma cultural contiene al espíritu"
Rob Riemen asegura sin titubear que si nos damos oportunidad para hacer una pausa y debatimos qué es lo verdaderamente importante en la vida, en diez minutos nos pondríamos de acuerdo. Tampoco duda en advertir la disminución de la capacidad humana para la lectura, el regreso del fascismo en Europa y la importancia del espíritu crítico en busca de la verdad.
El filósofo y escritor holandés, fundador y presidente del Instituto Nexus en Tilburg, uno de los centros de reflexión filosófica y cultural más importantes del mundo, donde han dado cátedra pensadores como Jürgen Habermas, Susan Sontag, Roberto Calasso, Leszek Kolakowski o J.M. Coetzee accedió a una entrevista en su reciente paso por México, “un país fascinante que me ha dado la oportunidad de asomarme a su lado oscuro”.
Había dado su conferencia “La lectura y el arte de vivir” en el Teatro de las Artes durante el Encuentro Internacional de Cultura Lectora organizado por la Dirección General de Publicaciones de Conaculta. Tenía poco tiempo para la entrevista antes de irse al aeropuerto, pero él, que propone la conversación como una de las formas más elevadas del humanismo, se sacudió la prisa y contestó, no sólo relajado, sino con pasión.
—Dice que la humanidad ha perdido el espíritu. ¿En dónde quedó?, ¿es posible recuperarlo?
—Creo que podemos encontrarlo en una palabra: cultura. Toda forma cultural, ya sea la palabra escrita o la música, la pintura, la danza, el teatro, contiene al espíritu y por eso es tan importante. Pero hemos perdido interés por la cultura y con esa pérdida también extraviamos el sentido del espíritu humano. ¿Por qué perdimos el interés? Porque pensamos que ya no era necesario, creímos que nos bastaban la tecnología, la ciencia, la economía… y todo eso es importante, no podemos negarlo, pero sin cultura está hueco. Y olvidamos que la economía, la ciencia y la tecnología son sólo condiciones que nos ayudan a cultivar la cultura, es decir, a darle sentido a la vida. Al erradicar esa idea, nos volvimos muy agresivos, matamos a otros, nos autodestruimos y podemos, incluso, acabar con el planeta. Así que es hora de recapacitar y entender que todo aquello en lo que nos hemos enfocado durante tanto tiempo, como el crecimiento económico, no es un fin sino un instrumento y que la economía está ahí para servir a la cultura y no al revés. Porque en el mundo de la cultura encontramos los valores y las cualidades que hacen que la vida sea significativa. Mientras todo se concentre en el dinero, el dinero y el dinero, podremos volvernos ricos pero a costa de haber perdido todo lo demás.
Riemen asegura que no es del todo pesimista, que mientras haya maestros, periodistas e intelectuales conscientes de que la vida que llevamos carece de calidad y estén dispuestos a señalarlo; mientras haya quien exija a los medios mejores contenidos, quien demande el derecho de todos a la educación, a escuchar buena música, ver buen cine y acceder a buenos libros, hay posibilidades sin fin para el espíritu humano en una sociedad libre.
—Pero hemos sido muy flojos por demasiado tiempo y muy complacientes con toda esa maquinaria de dinero que quiere hacernos creer que si tienes un Ipad o el último smart phone, vales más como persona. Por eso digo que es necesario hacer un alto en el camino y generar una conversación en la que se pregunte ¿qué es lo que verdaderamente importa en la vida? Estoy seguro de que en diez minutos nos daríamos cuenta que la gente a la que consideramos importante en realidad no lo es, que la mayoría de los famosos lo son por nada y que las cosas en las que nos concentramos no son tan valiosas.
Riemen habló durante su conferencia sobre “la traición” de los intelectuales. Lo había hecho en su libro Nobleza de espíritu, una idea olvidada, cuando cuestionó a varios escritores, incluidos Susan Sontag, Norman Mailer y Dario Fo, por justificar el atentado a las Torres Gemelas de Nueva York como una “respuesta lógica” a la civilización occidental que ha entregado su alma al dinero, antes de compadecerse de tres mil seres humanos que perdieron la vida. Y la verdad, escribió, fue sustituida por la ideología. Ahora recordó a los creadores, académicos, poetas, filósofos e intelectuales que le hicieron el juego al nazismo, y así no sólo traicionaron a su prójimo sino que le quitaron la credibilidad al mundo de las musas, pues “¿qué credibilidad pueden tener las bellas artes si no fueron capaces de detener la barbarie y, al contrario, fueron su accesorio?”
Una palabra, una sola, sostiene, puede cambiarlo todo. La vida de una persona puede depender de que se pronuncie, o no, una sola palabra.
—¿Cuál es la responsabilidad de los intelectuales y los creadores?
—Enorme, por la sencilla razón de que son, como yo, gente muy privilegiada. Crecí dentro de una familia pobre, liberal y católica en Holanda. Mi padre empezó a trabajar en una fábrica a los trece años y después se volvió líder sindical. Mi madre, que creció en Indonesia cuando era colonia holandesa, sobrevivió cinco años presa en un campo japonés durante la II Guerra Mundial. Y seguimos en un mundo en el que muchísimas personas tienen que trabajar de doce a dieciséis horas diarias, sin posibilidad de otro propósito de vida que el alimento diario. Si tomas esto en consideración, los intelectuales y los creadores son enormemente privilegiados porque tienen el tiempo para pensar, crear, escribir. Y eso te hace responsable. ¿Y qué es lo que tienen que ofrecer? Los autores detectan lo que tiene sentido, crean un mundo lleno de significados, en la música, en la literatura, la poesía… Y cuando eres tocado por algo lleno de significado, tu propia vida cambia. Por eso el mundo del poder debería estar ahí para garantizar que eso suceda, que el mundo cultural exista, que todos tengan acceso y que la economía se organice de tal manera que la riqueza sea justamente distribuida.
“Tenemos que entender que el capitalismo centrado en las finanzas tiene un objetivo totalmente contrario a la idea de que el cuidado por nuestro prójimo es una de las aspiraciones más importantes de la vida y que esto va mucho más allá de la asistencia social. Velar por la cultura es facilitar que todo ese mundo de significados, que dan calidad de vida, llegue a todos y que esta sea una obligación esencial de la gente en el poder”.
La humanidad, dice el filósofo, está destinada a la búsqueda de una existencia digna por el camino de los valores eternos. La cultura es también, en ese sentido, expresión de una conciencia moral basada en la revelación de que todo lo que es verdadero, bello y bueno trasciende nuestra existencia, es perpetuo y universal.
—Es la naturaleza, el firmamento siempre asombroso, la que nos permite experimentar lo insignificantes que somos. Sin embargo, la conciencia de un mundo espiritual y un orden moral que nos trasciende, le permite al hombre ser más grande que la naturaleza.
Riemen habla de la doble naturaleza del hombre:
—Somos criaturas conscientes del mundo espiritual y de los valores en los que reconocemos nuestra verdadera esencia humana. Pero también somos carne y sangre, tenemos deseos, miedos, instintos y pasiones. La experiencia de muerte, pérdida, tragedia y sufrimiento son parte de nuestra mortalidad. Sabemos que no lo sabemos todo, ni podemos entenderlo todo. Podemos cegarnos por pasiones oscuras, destructivas y autodestructivas. Nos sentimos limitados y restringidos, pero somos seres que siempre buscamos caminos y hacemos preguntas que nos lleven a una perfección, aunque sepamos que ésta es inalcanzable.
Para el filósofo, eso nos hace únicos: “el lenguaje, la imaginación, una naturaleza espiritual”.
—La forma más elevada del lenguaje es la poesía, como la forma más elevada de la vida es el amor —dice Riemen.
De ahí que insista en la relevancia de la mirada y el lenguaje poético en la vida humana. De ahí, también, su preocupación por la agonía de la lectura de largo aliento, del libro impreso y de la capacidad humana para concentrarse y leer al mundo a profundidad y en silencio. Es la imaginación poética, dice, la única que nos dará una idea de la existencia y necesitamos silencio para saber lo que el poema, la pintura o la música tienen que decirnos.
—Aún es muy pronto y las investigaciones en torno a la lectura a través de medios electrónicos son todavía jóvenes. Pero parece que, como dice Nicholas Carr, Internet está cambiando nuestro funcionamiento cerebral de manera que cada día se nos dificulta más la concentración y el reposo que requieren libros como La montaña mágica, Cien años de soledad, Los hermanos Karamazov, En busca del tiempo perdido o Anna Karenina. Los clásicos no parecen favorecidos según las investigaciones científicas.
—Pero las nuevas tecnologías no van a detenerse. Los dispositivos digitales cada vez son más y las nuevas generaciones crecen con gadgets inalámbricos pegados al cuerpo….
Riemen interrumpe amablemente para decir:
—Hay un libro maravilloso de Jaron Lanier, uno de los pioneros de internet que está repensando las cosas; se llama You Are Not a Gadget. Y es que te equivocas si piensas que toda la vida es linda, rápida, divertida, y que si obtienes la siguiente versión del Iphone será aún mejor. Eso quieren hacerte creer los poderes mediáticos, pero no es verdad. Los gadgets no harán de tu vida algo más significativo. Y de eso te darás cuenta cuando la vida se te dificulte y te confronte con lo que Miguel de Unamuno llamó “el sentido trágico de la vida”, del que nadie escapa. Porque en cierto momento perderás a tus padres, a un amigo, tu casa o tu trabajo, y entonces verás que losgadgets no te ayudan a lidiar con ese sentido trágico de la vida. Lo mismo pasa con quien dedica su vida a incrementar sus cuentas bancarias: verá que aquello que nuestra sociedad ha calificado de “inútil” resulta lo más especial en la vida.
Toda la gran literatura es acerca de esa verdad, dice. Y recuerda la novela de Tolstoi, La muerte de Ivan Ilich, y cómo el personaje vivió toda su vida de acuerdo a las convenciones sociales: hizo lo que los demás hacían, pensaba y decía lo que todo el mundo; no quería ser diferente. Cuando le diagnostican cáncer, en el umbral de la muerte se da cuenta que no ha hecho nada con su vida más que aplicarse a las convenciones sociales y descubre que éstas no son más que eso, es decir, algo muy vacío, muy aburrido y nada interesante.
Riemen encuentra que el arte de vivir no es posible sin el arte de leer y que la lectura de fondo, la buena música, el cine de calidad, una obra de arte y la poesía son puentes entre la realidad y la verdad. Y que la sociedad debe reaccionar y exigir el acceso a toda esa herencia cultural.
—La mayoría de los dirigentes y gobernantes no leen sino contenidos de entretenimiento. Hay que entender que en los políticos no está la solución a los problemas, porque ellos son el problema —asegura.
El Instituto Nexus, que preside y en el que colaboran 600 intelectuales como George Steiner, Mario Vargas Llosa o Milan Kundera, tiene planeada la creación de una librería.
—Todos me dicen que estoy loco, que cómo se nos ocurre, si todas las cadenas libreras están cerrando. Pero, además, también espero que las pequeñas editoriales independientes que hacen posible la circulación de la literatura y la poesía sigan creciendo y se valore su importante papel en la salvaguarda de la herencia cultural.
Desde la publicación de Nobleza de espíritu, una idea olvidada (con prólogo de George Stenier) en 2008, Rob Reiner ha sido invitado a México en varias ocasiones. Le asombra, dice, la voluntad que hay aquí por debatir este tipo de ideas.
—Empecé a fascinarme con este país y he comenzado a entender algo sobre su lado oscuro, el que está en el mundo del narcotráfico. Estados Unidos y todo el mundo occidental somos cómplices. Porque queremos sus drogas. El día que dejemos de demandarlas, el narcotráfico desaparecería. Así que las sociedades movidas por el consumo son mucho más responsables por los crímenes relacionados al narcotráfico que la sociedad mexicana. Y me refiero a la rica sociedad capitalista occidental.
“Desearía que alguien le lleve mi libro a un traficante en prisión y que esa persona se pregunte: toda esta violencia, todas estas matanzas, ¿para qué? Si sólo son para ganar poder y dinero, ¿qué se obtiene en realidad? Tener el poder sobre los demás, pero no tener poder sobre uno mismo, te hace una persona profundamente débil. Es la gran lección de Spinoza y de Sócrates”.
Riemen recuerda cuando el filósofo griego fue llevado a juicio. Quisieron negociar con él y le ofrecieron, puesto que ya era un hombre de 70 años, dejarlo en paz con su vida y con sus lecturas a cambio de que cerrara la boca. Le demandaban acallar su crítica, que dejase de hablar mal del poder y de decir que sólo les interesaba el dinero y el glamour pero no el cultivo del espíritu y de las cosas verdaderamente importantes en la vida. Y Sócrates les respondió: “Prefiero morir a cerrar la boca”. El único otro ejemplo que conoce, dice, “es el de Jesús de Nazaret que prefirió ser colgado en la cruz a callarse la verdad”.
Continúa:
—Te digo esto porque siempre habrá una minoría que detente la riqueza por la que tienen que pagar todos los demás, una humanidad aterrorizada por la gente en el poder, movida por todo tipo de cosas que nada tienen que ver con la verdad, la belleza, la gente. El conflicto siempre estará ahí, como si fuera una obligación social asumirlo. Y la única manera de romper con esto es que la gente consciente tenga el suficiente valor para hablar de lo que verdaderamente importa. Siempre habrá gente así, muy alerta, y también la que opta por la vida fácil. La cosa se pone peligrosa cuando la mayoría se adapta. Y la adaptación sucede cuando perdemos el espíritu crítico y, de nuevo, los periodistas, los maestros, los creadores, escritores y editores están ahí para fomentarlo, porque si esa crítica se pierde, entonces hay un problema muy grave.
Sobre su nuevo libro, El eterno retorno del fascismo (2010), Rob Riemen abunda:
—Es un extenso ensayo que escribí al confrontar el desarrollo político actual en Holanda. Porque nuestro gobierno, y esto es un hecho, está controlado por un partido fascista. Grandes pensadores como Albert Camus y Thomas Mann lo advirtieron al concluir la II Guerra Mundial, en 1945: “Europa, no te equivoques de nuevo, la guerra acabó, pero no el fascismo”.
El fascismo, advierte, es como un cáncer que puede desarrollarse en una sociedad de masas en momentos de crisis.
—Me refiero a sociedades que, alejadas de los valores, como la nuestra, pueden ser manipuladas a través del odio y el miedo, pues siempre hay charlatanes que utilizan técnicas políticas para activar el resentimiento: “Gente extraña te está quitando tu trabajo y son una amenaza”, eso está pasando en mi país, está sucediendo en Francia, en Hungría, y se esparce por toda Europa.
“Europa no aprendió la lección del pasado y en este momento es incapaz de lidiar con su propia crisis financiera porque la única solución, que sería tener una Unión Europea en todos los sentidos y no sólo en lo económico, no ha podido ser porque los partidos fascistas están tomando el poder y quieren volver al Estado-nación y a las formas del nacionalismo extremo; están contra el Islam, contra la izquierda, contra la cultura, los artistas, los intelectuales, contra todo aquello que sea un poco más grande que sus pequeñas mentalidades de sociedad tribal. El problema es que lo sabemos, pero lo negamos y lo callamos. No tenemos permitido siquiera mencionar la palabra, así que hablamos de ‘populismo’, pero no es tal, es simplemente fascismo”.
El libro le acarreó en su país amenazas y mensajes de odio en su correo electrónico. Sin embargo, se han vendido 25 mil ejemplares en un año, y ya circula en Croacia y acaba de publicarse en Francia.
—Eso significa que mis lectores sí entienden lo que está pasando, que el fascismo puede suceder de nuevo porque ya sucedió antes, aunque ahora venga vestido con otro ropaje.
Y ¿por qué sucede?
—Porque hemos perdido la nobleza de espíritu y este nuevo ensayo es sólo la consecuencia política de lo que intenté describir en mi libro anterior.
¡Felicidades! Adriana Malvido y gracias a Laberinto
ResponderEliminarpor mostrar el texto.
Totalmente de acuerdo con Riemen: La forma más elevada de vida es el amor".
ResponderEliminarY estoy convencido de que la forma más elevada del amor,es el amor que enseña Jesús, el amor cristiano. El amor ágape...