Los primeros 500 números del suplemento "Laberinto"
Juan José Flores Nava
Con la edición de mañana, el suplemento cultural 'Laberinto' habrá cumplido 500 números. Para José Luis Martínez S. —encargado de estas páginas que prorrumpieron el 22 de junio de 2003—, su elaboración ha sido una empresa colectiva. Porque si bien en cualquier publicación cuenta quién la dirige, cuenta más —sostiene— de quién se rodea aquél que la dirige.
—Un editor mediocre siempre va a querer rodearse de gente menor que él —dice—. Pero un editor con más ambiciones siempre va a procurar tener gente talentosa a su alrededor, que le pueda enseñar, actualizarlo, ponerlo al día con lo que sucede. En 'Laberinto' he apostado por un periodismo de imaginación, que atienda inquietudes personales mías y de quienes me acompañan, para que en algún sentido podamos contagiar o despertar la curiosidad de los lectores.
Gracias a ese ejercicio de imaginar, de cavilar, de discutir y de finalmente determinar cómo será cada número, los lectores de 'Laberinto' —que los sábados robustece las páginas del diario Milenio— hallarán mañana una edición dedicada a la memoria personal: varios cronistas han escrito para este número sobre algún recuerdo o historia de familia.
—Siempre estamos buscando este tipo de cosas —dice José Luis Martínez S.—. Por ejemplo, desde el primer diciembre de 'Laberinto' tenemos la tradición de publicar cada año, en ese mes, cuentos de Navidad escritos generalmente para el suplemento. Hemos dedicado números a cómo vivimos la noche o a indagar sobre qué memoria guardamos de los viejos cines, aquellos que las nuevas generaciones no conocen ni por afuera. Porque el aliento de un suplemento cultural, y de ahí su pertinencia, es buscar ofrecerles a los lectores un conjunto de textos e imágenes con una vocación cultural no encerrada en torres de marfil, no centrada en lo que es conocido como la alta cultura, sino que tenga que ver con lo que es nuestra tradición, nuestra historia, nuestra memoria. Lo cual no significa, para nada, recuperar materiales viejos o pasársela haciendo efemérides. No, a 'Laberinto' le interesa abrirle un espacio a la creación.
José Luis Martínez S. empezó su carrera en la prensa —y así se ha mantenido— haciendo, como él mismo lo llama, periodismo de escritorio, desde que fuera editor, en 1979, de la revista 'Su Otro Yo' (legendaria publicación para adultos por donde pasaron, en provocativas imágenes, Olga Breeskin, Sasha Montenegro, Claudia Islas, Cristina Campos, Gina Morett, Meche Carreño, Leticia Robles...). Pero eso no fue impedimento para que un día José Luis Martínez S. se rebelara y se fuera de reportero durante un año, incluso becando al medio que lo había contratado ya que no le pagaban ni lo de la gasolina del carro. Todo por tener esa bella experiencia de entregar cuatro o cinco notas diarias.
—También fui jefe de secciones de espectáculos por siete años —recuerda—. Es una fuente muy atractiva, pues conoces a los famosos de la farándula, hay viajes constantes, muchos regalos, pero aun así no encontraba una total satisfacción en ello. Aunque me gusta hacer periodismo, cualquier tipo de periodismo, decidí que prefería aquél en donde estén siempre presentes al menos dos cosas: los libros y la música. La única trinchera que me daba esas dos cosas es el periodismo cultural, y aquí estoy.
En sus ya más de 30 años como editor de distintas publicaciones, claro que José Luis Martínez S. ha configurado para sí mismo, y para quienes trabajan con él, una serie de conceptos sobre su modo de hacer periodismo. Entre otros, los siguientes:
• Hay una regla de oro para los correctores de estilo: puedes modificar todo lo modificable, pero sin alterar nunca el sentido de lo que el autor quiso decir. No obstante a veces, como editor, te encuentras con que es necesario modificar o cambiar algo en un texto. Entonces lo más conveniente es buscar al autor para advertirle. Pero si no lo localizas, tienes que asumir el riesgo. Porque éste, el de editor, tampoco es un oficio para cobardes: hay que asumir riesgos con todo lo que ello implique.
• Aun cuando todas las publicaciones, todas, se fundan con amistades, nunca he pretendido hacer de aquellas que dirijo un club cerrado de puros amigos. En 'Laberinto', desde su primera edición, ha participado mucha gente. Con la mayoría no he cruzado más allá de dos o tres palabras, y a mucha ni siquiera la conozco personalmente. No me interesa tanto la cercanía de la gente que publico (la cercanía la tengo con mis amigos), sino la calidad de las propuestas, la originalidad.
• No publico insultos, ni ataques sin argumentos. Si alguien va a atacar en las páginas del suplemento a otra persona, debe tener argumentos muy sólidos. Si no, no lo permito. He rechazado textos en este sentido. Ya la gente encontrará otros espacios para publicarlos
• Siempre privilegio la voz independiente de cada uno de los columnistas, aunque no siempre coincida con ellos.
• Un periodista cultural debe tener argumentos para sostener lo que expresa y un criterio propio. Porque sucede con frecuencia que cuando se quiere denostar a alguien se hace a través de opiniones ajenas, acudiendo a citas de autoridades. De vez en cuando, como una cereza en el pastel, está bien recurrir a ellas.
• Hay que superar ese empeño en desdeñar y despreciar todo lo que no conocemos porque es el principio de la intolerancia.
• Un editor debe ser un formador de los reporteros, pero también saberse formar con los reporteros. Porque hay algunos muy experimentados que le pueden ayudar al editor a comprender mejor las cosas. Eso amplía la visión del suplemento. Yo, por ejemplo, como director de 'Laberinto' me peleó mucho con mi editora: Alicia Quiñones. Es mucho más joven que yo, pero me gusta discutir con ella porque si no el suplemento quedaría enteramente a mi gusto, y mi gusto ya está muy hecho y muy probablemente sería un gusto muy añejo.
La extinción del papel
José Luis Martínez S. (Ciudad de México, 1955) no es uno de esos editores que suelen darse trazas de intelectuales. Es más bien una persona sencilla, seria, silenciosa, reflexiva. Como si quisiera pasar inadvertido. Por eso mismo no frecuenta los corrillos culturales. Es decir, como periodista no tiene intereses que cuidar más allá de los que está obligado, como el respeto por las ideas y los argumentos ajenos.
Eso lo ha llevado, en algunas ocasiones, a equivocarse. Como aquella vez que en las páginas de 'Laberinto' dio entrada a un reclamo, por parte de un lector, hacia uno de los colaboradores. Lo que a la postre sólo le trajo una serie de insultos y descalificaciones por parte del supuesto ofendido.
—Era un reclamo hasta cierto punto infundado —rememora—. El texto que envió esta persona lo vi bien y decidí publicarlo. El gran problema fue que quiso eternizar el conflicto. Algo que no puede ser; es más, no sucedió ni siquiera cuando tuvo lugar aquella discusión entre Carlos Monsiváis y Octavio Paz. Las discusiones deben tener un punto final porque si no se banalizan. Aquello no tuvo que haber sucedido. Pero, en fin, no fue un buen cálculo de parte mía sobre el peso de los argumentos de esta persona.
Luego de que en la Ciudad de México y en el resto del país se han ido extinguiendo las secciones y suplementos culturales de diarios y revistas, José Luis Martínez S. dice que con cada desaparición nos empobrecemos como país. En la Ciudad de México sólo permanecen 'Laberinto' de Milenio, 'La Jornada Semanal' (que dirige Hugo Gutiérrez Vega y va en el número 931), 'El Ángel' (que el domingo pasado llegó al número 914 publicado por el diario Reforma y que coordina Homero Fernández) y 'La Cultura en México' que, ahora dirigido por Ignacio Solares, desde 1962 publica la revista Siempre!
—Los suplementos culturales son el único espacio en un periódico o una revista donde, más allá de lo puramente informativo, se puede dar cabida a muchos otros géneros y disciplinas, a discusiones y propuestas —dice José Luis Martínez S.—. Pero hoy viven un momento difícil. Prácticamente han desaparecido, no obstante su añeja tradición que se remonta al siglo XVIII. Pero la desaparición de estos espacios de lo que nos habla es del lento proceso que va a llevar a la extinción de la prensa en papel. Éste es un problema al que en México estamos llegando con mucho retraso, pues mientras en otras partes del mundo los medios tradicionalmente impresos están viendo cómo aprovechan las nuevas tecnologías para salir de la crisis en que se encuentran, nosotros seguimos llorando por la extinción del papel.
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